Primera escuela de canotaje de la comunidad mbya

Primera escuela de canotaje de la comunidad mbya

La vuelta a los orígenes. Eso significa para la comunidad mbya guaraní volver a surcar el Paraná, tal como lo hacían sus antepasados. Recuperar el río, paradójicamente tan suyo desde que la tierra es redonda. Con esa idea, inició las clases la primera escuela de canotaje destinada a las comunidades mbya guaraní, un proyecto innovador que tiene como epicentro a San Ignacio y que busca reforzar el lazo entre las nuevas generaciones y sus raíces a través del deporte.

“Esto es una vuelta a los orígenes para nosotros. Los chicos se van incorporando a la sociedad blanca y, más allá de que por fortuna mantenemos viva nuestra lengua, mucho de nuestra cultura se va perdiendo. Por eso creemos que esta es una oportunidad única”, contó Germán Acosta (36), cacique de la aldea Tavá Mirí (en castellano: “pueblo pequeño”). La comunidad está emplazada en inmediaciones del Puerto Viejo de San Ignacio.

Las clases forman parte de la currícula del Centro de Educación Física 12 de Santo Pipó, pero se desarrollan en las instalaciones del Club Náutico San Ignacio Kayak, a unos 500 metros de Tavá Mirí. Cuentan, además, con el apoyo de la Municipalidad de San Ignacio.

Si bien el primer encuentro se materializó ayer, la idea viene de 2008, cuando el profe Silvio Marcelo Benítez, actual presi del San Ignacio Kayak y referente del CEF 12, se instaló en la zona. “Llegué desde Posadas en 2008 y siempre estaba la idea de trabajar con ellos, pero no teníamos la capacidad operativa para hacerlo”, relató Benítez.

El anhelo comenzó por aquellos años y se profundizó en 2019, con la fundación del club de canotaje. “La aldea es vecina al club, es decir que yo todos los días paso por ahí y veo a los chicos. Los vemos que están pescando o se están bañando. Y así retomamos el plan”, agregó Silvio.

“El río es algo ancestral para nuestra comunidad. Mi abuelo contaba que sus ancestros cruzaban el Paraná nadando. Después comenzaron a hacer canoas con los troncos de Timbó y que de ahí los españoles tomaron la idea y la perfeccionaron”, cuenta con orgullo Acosta.

El mburuvichá acompañó ayer a los chicos. Y no sólo de manera simbólica. Es que los más pequeños sólo hablan guaraní, razón por la que además debió oficiar como intérprete del profe Benítez.

“Hoy (por ayer) fue el primer día de entrenamiento, más que nada para que tomen conocimiento de las técnicas y todo eso. A los chicos les gustó mucho, al punto que no se querían bajar del kayak y les tuve que prometer que vamos a volver. Ahora quieren ir todos los días”, se emociona Acosta, quien reflexiona: “para nosotros esto es como volver a los orígenes. Ellos viven en el río, sobre todo en verano, pero nunca se habían subido a un kayak. Entonces fue un día muy especial”.

Al menos en principio, las clases se van a desarrollar todos los lunes y miércoles por la mañana. “Ellos ya piensan en competir. Ojalá que se pueda dar. Para incentivarlos, yo les digo que tienen que practicar así salen en la televisión o en el diario, como muchos deportistas”, agrega el cacique, quien no deja de aplaudir la propuesta:

“Es la primera escuela y les dije a los chicos que lo aprovechen, que es una puerta que se les abre. Esperamos también que sea el puntapié inicial para otras iniciativas de este tipo en toda la provincia”.

Claro está, el deporte moviliza, motiva y también es una herramienta de inclusión enorme. Sobre todo para los pequeños de la comunidad, que lamentablemente saben desde chicos de discriminación. “A ellos les cuesta mucho ser incluidos. Pasa, por ejemplo, que van a la escuela del pueblo y le dicen ‘mirá ese indio’ o ‘mirá ese piel roja’. Y los chicos vuelven tristes”, se lamenta Acosta, quien pese a todo avizora en la escuela de canotaje una nueva oportunidad.

“Los objetivos del club son desarrollar el canotaje y, al mismo tiempo, dar una mano a sectores de nuestra sociedad que quizás no tienen acceso a ciertas herramientas. En lo personal, esto era un viejo anhelo. Y lo considero un poco de justicia social”, se emociona también el profe Benítez, quien asegura además que el primer contacto con los chicos “fue una experiencia espectacular”.

Y para que la escuelita de canotaje sea literalmente de los chicos, para que se genere esa identidad tan necesaria, los más grandes dejaron en manos de ellos la elección del nombre. “Les dimos a los chicos la posibilidad de elegir el nombre de la escuelita. Y así surgió ‘Marangatú’, que tiene varios significados. Es algo así como la inteligencia y la sabiduría del hombre, de la mujer, de los niños”, finalizó Acosta.

También arrancó el canotaje escolar

Siempre ligado a un rol social, el San Ignacio Kayak también inició la semana pasada la escuela de canotaje escolar, una vez más de la mano del Centro de Educación Física 12 de Santo Pipó.

“Como allá no tenemos la infraestructura necesaria, iniciamos acá en el club. Lo interesante es que le damos la posibilidad a los alumnos de las escuelas públicas de la zona de que tengan un complemento a las clases de Educación Física”, resaltó Benítez.

En esta primera etapa se sumaron entre 10 y 15 chicos, pero la idea es seguir creciendo y lograr que las clases formen parte de la currícula escolar. “Algo similar hacíamos años atrás en Posadas, por ejemplo, con la Industrial. El objetivo final es lograr que el docente pueda venir con el grupo de alumnos desde la escuela y compartir los horarios para desarrollar acá las clases. Sería algo así como una clase de Educación Física pero a través de un deporte específico como lo es el canotaje”, explicó el profesor, quien busca así desarrollar la disciplina en la zona.

Primera Edición.