La atleta Mahira Bergallo volvió a casa y el tiempo de aislamiento preventivo en un hotel le da tiempo a revivir con emoción lo vivido en Tokio. Mientras espera los siete días para regresar a su hogar, la misionera compartió, entre risas y lágrimas cargadas de alegría, su experiencia marcada a fuego en su reciente paso por los Juegos Paralímpicos.
“Fue todo muy rápido, todavía no caigo, estoy tan feliz que espero esto me dure para siempre”, señaló la misionera que el 1 de septiembre fue 7ª en lanzamiento de bala y trajo en su valija un diploma paralímpico en estreno en la máxima cita a sus 20 años.
Cuando repasa, Mahira ríe y llora a la vez. Es que es tanta la adrenalina aún, que contar es volver sentir esos sentimientos tan nobles y sobre todo cargados de agradecimientos a su entrenador Jorge “Chino” Flores, que esta vez, por la pandemia, no pudo acompañarla, pero fue una pieza clave para que ella haya sido parte del equipo albiceleste.
“Todavía lo pienso y me pregunto ‘¿en serio lo viví?’. Fue un viaje largo en el que hicimos escala en Amsterdam y en Francia y cuando llegué a Tokio, no caía que estaba en Japón y lloraba. Miraba al cielo y decía ‘gracias, Chino, lo logramos’”, expresó emocionada la atleta misionera.
Todo en Tokio la embelesó. La calidad y calidez de los japoneses, la camaradería con los deportistas en la Villa Olímpica, el nivel de la prueba y un sinfín de anécdotas que día a día va recordando con detalle a la espera de poder volver a su casa y contar a su familia en vivo mediante abrazos, ya que aún le restan días aislada por prevención, como marca el protocolo de viajeros.
“Cuando llegué pude ver a mi mamá y al Chino porque me fueron a buscar al aeropuerto de Posadas en una combi y estábamos lejos. Me trajeron al hotel y mi mamá y mi papá me traen todos los días comida y mis cosas, pero con barbijo y nos saludamos desde lejos”, apuntó Mahira.
Mientras, en el hotel, su teléfono no para de recibir llamados y felicitaciones; y por su parte, la obereña comparte feliz lo que fue haber estado a más de 18.000 kilómetros de casa siendo protagonista de una historia que le parece irreal.
“Por suerte fuimos cinco días antes de que empiecen los Juegos. Fue re lindo, aparte pasé mi cumpleaños allá y fue una locura… por ejemplo, mi cama daba a la ventana en la Villa y veía las banderas. El lugar es literalmente una ciudad, para ir al comedor teníamos que recorrer unas tres cuadras y lo mismo a la sala de juegos, era un lugar gigante, pero con gente encargada de todo y amable a más no poder, que no dejaban nada al azar”, explicó.
Y agregó: “Era hermoso levantarme sabiendo que estaba en Tokio, lo disfruté un montón y vivía con emoción cada paso que daba”.
Es que Mahira sabe que ser olímpico es formar parte de un grupo selecto en todo el planeta y en su caso se dio la particularidad de que en junio el Comité Paralímpico la invitó especialmente para competir en Tokio por su gran avance este año, ya que en cada torneo en el que participaba sus lanzamientos iban cada vez más lejos.
Es así que hoy ocupa un lugar entre las mejores siete del mundo, aún siendo U20. Su garra y su manera de ser positiva hacen que las cosas se vayan dando como una especie de premio divino, incluso en medio de una pandemia.
“Es que yo siento justamente que a mí me benefició la pandemia, porque si Tokio no hubiera sido un año después, no hubiera tenido la oportunidad de ir, porque todo se dio este año. Desde principio de marzo ya veníamos con el Chino focalizando en estas metas, pero lo veíamos lejos, aunque nunca dejamos de ser optimistas. ¡Y se dio!, es una locura. Después de junio, todos los días para mi fueron una explosión de emociones”, dijo contenta.
Caer, levantarse y aprender
En cuanto a la competencia, el día que le tocó salir a dar lo mejor de sí en el impactante Estadio Olímpico, la lluvia se hizo presente y el piso estaba muy mojado. A consecuencia de eso, Mahira resbaló y cayó en su primer lanzamiento que terminó nulo, pero no se iba a dejar vencer.
“Tampoco quiero culpar a la lluvia, pero me caí en el primer intento y eso me dio inseguridad y miedo. Me costó salir de eso, pero logré en el último tiro igualar mi mejor marca -7,76 metros- y logré un diploma paralímpico que me dice que quedé entre las mejores ocho del mundo y con eso ya saldé todo”, reflexionó.
Y luego agregó: “Qué más puedo pedir… esa competencia fue única, estaba muy feliz de compartir con las mejores y quería conocerlas. Yo no estaba nerviosa ni por las cámaras ni por las chicas, pero aprendí algo importante y que me dio mucha gracia: en la entrada en calor las otras chicas me analizaron de pie a cabeza y tenían miedo; y en mi cabeza yo pensaba ‘pero, chicas, si supieran que tiran mucho más lejos que yo’ -risas-, pero les daba intriga por desconocimiento, es raro cómo a veces la mente se puede dejar vencer sólo por miedo”.
En cuanto a lo que más la movilizó, no dudó en decir que fue la ceremonia de apertura.
“Me llegó mucho al corazón porque estaba bien atrás de la bandera, ese lugar de privilegio se dio porque la llevaba a una compañera, Romina, que iba en silla de ruedas y nos pusieron adelante, me largué a llorar mal. Tenía mucha emoción, pensaba también en mi entrenador que tanto me ayudó y me repetía otra vez ‘Chino, lo logramos’”, rememoró,
Además del premio mayor de haber vivido un Juego, Mahira regresó con regalos, como acolchados y zapatillas, e intercambió remeras que las atesora para toda la vida.
“Me traje el acolchado que veía todos los días que tenía el logo de Tokio 2020 y no lo podía creer y ahora es mío. Todo era caro, pero me pude comprar la remera oficial de Japón, porque quedé enamorada, y cambié la remera de la selección por una de los voluntarios, porque sabía que me iba a arrepentir; y nos regalaron muchas otras cosas, hasta zapatillas”.
El ‘vivo’ que aún falta
Mahira también sacó conclusiones post competencia y apuntó a que debería haber una mayor difusión de deporte adaptado. “Falta eso todavía, veíamos que los otros países transmitían en vivo y si no fuera por DeporTV, no iban a vernos nuestros familiares. Semanas atrás en los Juegos Olímpicos los canales transmitían las 24 horas y merecemos también algo de crédito porque Argentina trajo 9 medallas y 32 diploma. Pero que no sea por lástima, porque somos atletas de elite y es lindo ver deporte en sí”.
Y ella misma movilizó a personas con su paso por Tokio. “Una mamá de una nena con discapacidad me felicitó y me dijo que esperaba también que su hija se superara y me gustó mucho ayudar de esa manera, porque hay personas que no saben que se puede adaptar el deporte a la discapacidad que se tenga y que ayuda un montón a la calidad de vida”.
Finalmente, la misionera adelantó con su carisma y gracia que volvió “re manija” y más motivada que nunca.
“Me dieron muchas ganas de seguir progresando, ahora mismo tenemos vacaciones y no quiero saber nada de vacaciones, quiero meterme en el gimnasio a entrenar y darle con todo, quedé re manija”, completó Mahira que junto a la ciclista Mariela Delgado y el palista Ariel Atamañuk enorgullece a toda una provincia al competir en Tokio.
El Territorio.